/ 10 septiembre 2023
En febrero de 1990, el campeón mundial de los pesos pesados, invicto en sus 37 peleas anteriores, subió al ring como favorito 42 a 1. Se esperaba que su retador no duraría más que unos cuantos rounds (o asaltos) y tuviera el mismo destino que la mayoría de quienes habían peleado contra el actual campeón: perder por knockout. Sin embargo, James “Buster” Douglas peleó por nueve asaltos contra el campeón indiscutible y sacó fuerza, pericia y aguante para en el décimo asalto conectar un tremendo gancho a la cara que lo puso en camino de vencer a Mike Tyson por knockout y concretar lo que muchos consideran la mayor sorpresa en la historia del boxeo.
Hace poco más de 4 años, en junio de 2019, Andy Ruiz Jr. subió al ring del Madison Square Garden de Nueva York, como un reemplazo de última hora (le avisaron un mes antes de la pelea) para retar al campeón mundial de los pesos pesados, el inglés Anthony Joshua. Pocas peleas de box de ese nivel habían tenido un favorito tan claro como Joshua esa noche. En el tercer round, Ruiz cae a la lona después de recibir una combinación de golpes y recibe la cuenta obligatoria de ocho segundos. Andy se levanta y recibe otro fuerte golpe que lo debió haber tumbado de nuevo; pero es ahí donde de alguna forma algo se enciende en Ruiz y le empieza a dar la vuelta a la pelea. Saca fuerza, velocidad y aguante sorprendentes, y en ese mismo tercer asalto conecta golpes que llevan al campeón a la lona dos veces en uno de los mejores y más emocionantes rounds de boxeo en muchos años (les recomiendo verlo, aunque no les guste el box: https://goo.su/iEQlV1c).
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Eventualmente, Joshua, favorito 24 a 1, pierde por knockout técnico en el séptimo round y el californiano de padres mexicanos, Andy “el Destroyer” Ruiz Jr., le quita los tres títulos mundiales que ostentaba.
No soy experto en nada, menos en box, pero da la impresión de que en las dos peleas antes mencionadas se alinearon ciertos factores que hicieron posible la sorpresa: un campeón altamente favorito, confiado y sobrado que pensaba que había ganado antes de empezar la pelea sólo porque siempre ganaba; un retador que estudió a su rival y se preparó para que cuando le dieran la oportunidad de retar al campeón aprovecharla dando lo mejor de sí, aguantando y peleando como si fuera la última vez, sabiendo que es difícil que esas oportunidades regresen si no son aprovechadas. También está la idea de que para ganarle al campeón es necesario ganarle por nocaut y no contar con una decisión unánime o hasta dividida cuando no haya un claro ganador. En esos casos es común que el campeón tenga cierto favoritismo.
En días recientes nos enteramos de quienes aparentemente, y si no hay sorpresas mayúsculas, serán las únicas dos opciones en la boleta de 2024 con posibilidades reales de ganar (tú no, Verástegui). Es claro que Claudia Sheinbaum arranca como clara favorita y, habiendo recibido el “bastón de mando” (que parece palo de piñata) de manos de López Obrador, se perfila para tener un ring a modo y con todo el apoyo (ilegal, por cierto) del aparato de Gobierno. Ella es quien subirá al ring y saldrá a “defender el título” que hoy está en manos de su partido. Se muestra, por ahora, sobrada, confiada y hasta burlona. Cree que los resultados entregados por el actual Gobierno son satisfactorios para una cantidad suficientemente grande de ciudadanos para retener el cinturón de campeón. No se le ve preocupada y pudiera estar pareciéndose a Tyson o a Joshua.
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En la esquina contraria se presenta la retadora, Xóchitl Gálvez, apoyada por un equipo de antiguos campeones y tratando de emular el estilo de ellos, así como con un plan de preparación que parece será un refrito de los planes que usaron aquellos campeones para ganar algunos títulos, pero que eventualmente los llevaron a perder sorpresivamente contra aquel retador legendario, el Andy de Macuspana. Se sabe en el rol de retadora, pero se percibe muy casual y distraída, a veces hasta sobrada en su hablar y sus expresiones. Se siente cómoda con la adulación, rodeada de preparadores y “coaches” que no dieron resultados espectaculares y que muchos vemos con cierto recelo porque sus recetas difícilmente alcanzarán para mostrar técnica o actitud distinta sobre el ring y difícilmente tendrán “punch” para transformar a México.
Preocupa que Xóchitl se sienta cómoda rodeada de lo mismo y los mismos de siempre, como si fuera ella la campeona y como si no fuera necesario convencer para tener oportunidad de derrotar a su rival. Preocupa que no se dé cuenta que para recuperar el título será necesario ganar por knockout y para lograr eso tiene que cambiar drásticamente su plan de preparación (propuestas y políticas), su actitud sobre el ring y su equipo de preparadores físicos y coaches (asesores y equipo cercano que armen propuestas distintas a las de siempre). Tal vez Xóchitl podría empezar por no olvidar que es la retadora y sacar alguna lección valiosa de las peleas de Andy (el de California, pero también el de Macuspana) y de Buster.
Furente:https://vanguardia.com.mx/opinion/claudia-vs-xochitl-la-batalla-por-el-knockout-electoral-2024-FB9201373