México votará por su primera presidenta el próximo año después de que el partido gobernante eligiera a Claudia Sheinbaum para enfrentarse a la candidata de la coalición
opositora, Xóchitl Gálvez
Reporteando desde Ciudad de México
El partido gobernante de México, Morena, eligió el martes a Claudia Sheinbaum, quien fue jefa de gobierno de Ciudad de México, como su candidata presidencial para las elecciones de 2024. Se trata de un momento crucial en el mayor país de habla hispana del mundo, pues se espera que los votantes elijan por primera vez entre dos mujeres como principales candidatas.
“Hoy ganó la democracia. Hoy decidió el pueblo de México”, dijo Sheinbaum durante el anuncio y añadió que su partido, Morena, ganaría las elecciones. “Mañana empieza el proceso electoral”, dijo. “Y no hay un minuto que perder”.
Sheinbaum, de 61 años, es física, tiene un doctorado en ingeniería ambiental y cuenta con el respaldo del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Se enfrentará con la principal contendiente de la oposición, Xóchitl Gálvez, una ingeniera franca y de ascendencia indígena que creció en un ambiente de pobreza y luego se convirtió en empresaria tecnológica.
“Ya podemos decir hoy: México, a finales del año que viene, va a estar gobernado por una mujer”, dijo Jesús Silva-Herzog Márquez, un politólogo en el Tec de Monterrey, y agregó que era un “cambio extraordinario” para el país.
Sheinbaum ha hecho su carrera política en buena medida a la sombra de López Obrador y muy pronto surgió como la candidata preferida del partido para suceder al presidente. Se considera que ese vínculo con López Obrador le ha brindado una ventaja clave de cara a las elecciones del próximo año gracias a los altos índices de aprobación con los que cuenta el mandatario, que está limitado constitucionalmente a un solo periodo sexenal.
López Obrador ha insistido en los últimos meses que no tendrá influencia cuando concluya su mandato. “Me voy a retirar por completo”, dijo en marzo. “No soy cacique, mucho menos me siento insustituible; no soy caudillo, no soy mesías”.
Si fuera derrotada, López Obrador “no se retirará discretamente a segundo plano”, decía el informe. “Su base de seguidores es suficientemente grande y leal como para permitirle ejercer influencia significativa”. Gálvez podría enfrentar obstáculos con el legado de la actual gestión si buscara revertir sus políticas, como las medidas de austeridad o la participación del ejército en labores sociales, de seguridad e infraestructura.
Aunque las dos candidatas identifican mutuamente las debilidades de sus campañas, comparten algunas similitudes. Ambas son progresistas en temas sociales, aunque ninguna de las dos se identifica explícitamente como feminista; ambas tienen grados universitarios en ingeniería y han dicho que van a mantener los programas de combate a la pobreza de esta gestión, que son ampliamente populares.
Ambas mujeres apoyan la despenalización del aborto. En el caso de Gálvez, esa postura contrasta con la de su partido conservador. La Suprema Corte de Justicia de México despenalizó el aborto a nivel federal el miércoles, una decisión que se sustenta en un fallo anterior que le da autoridad a los funcionarios para permitir el procedimiento en todos los estados.
De ganar la elección, Sheinbaum, hija de padres judíos en Ciudad de México, se convertiría en la primera persona judía en gobernar México. En las redes sociales ha enfrentado una campaña de desinformación que asegura que nació en Bulgaria, el país del que emigró su madre; los seguidores de Sheinbaum han calificado esos señalamientos como antisemitas.
Luego, cuando ella fue electa para ese mismo cargo en 2018, puso entre sus prioridades el transporte público y medioambiente, pero también fue blanco de críticas por los percances mortales sucedidos en los sistemas de transporte público de la ciudad, entre ellos el colapso de una línea del metro en el que 26 personas perdieron la vida.
Al posicionarse como la favorita en los sondeos, los vínculos de Sheinbaum con López Obrador le exigieron disciplina para conservar el apoyo presidencial incluso cuando pudo haber estado en desacuerdo con sus decisiones. Por ejemplo, se quedó callada cuando López Obrador minimizó la pandemia de coronavirus y los funcionarios federales manipularon los datos para evitar un confinamiento en Ciudad de México.
“Lo que ha resaltado es su lealtad, yo creo que una lealtad ciega al presidente”, dijo Silva-Herzog Márquez, el politólogo.
Sin embargo, al apegarse a las políticas de López Obrador, Sheinbaum también ha dado muestras de posibles cambios, expresamente al mostrar apoyo por las fuentes de energía renovable.
Después de que Vicente Fox ganó la presidencia en el año 2000 fue nombrada como encargada de la comisión presidencial de asuntos indígenas. En 2018 fue electa senadora por el conservador Partido Acción Nacional.
López Obrador la ha convertido en la figura central de reiterados ataques verbales, lo que ha tenido el efecto de elevar su presencia en el país mientras que llama la atención hacia la influencia del presidente y su partido en todo México.
López Obrador, un líder combativo que ha adoptado medidas de austeridad y ha incrementado la dependencia de México de los combustibles fósiles, influye en la campaña. Prometió erradicar una antigua tradición política, el dedazo, con la cual los presidentes mexicanos eligen a sus sucesores, y remplazar esa práctica con encuestas de electores a nivel federal.
El nuevo proceso de selección ha cambiado esa tradición, pero siguen existiendo preocupaciones por la falta de claridad y otras irregularidades señaladas por algunos analistas y aspirantes presidenciales. Tanto el partido gobernante, Morena, como la amplia coalición de la oposición, llamada Frente Amplio, usaron sondeos que “no necesariamente han sido transparentados en toda su magnitud”, dijo Freidenberg, “y que no necesariamente son procedimientos considerados como democráticos”.
El nuevo proceso también ignoró las regulaciones federales a las campañas, y los responsables de los procesos, tanto en el partido gobernante como en la oposición, han adelantado la selección unos meses mencionando de manera críptica a Sheinbaum y Gálvez como “coordinadoras” de cada coalición en lugar de “candidatas”.
“Estas actividades irregulares, en cualquier caso, se han dado bajo la mirada de la opinión pública, de la clase política y de las autoridades electorales”, dijo Freidenberg. “Esto no es una cuestión menor”.
Las elecciones presidenciales del próximo año, en las que los votantes no solo elegirán al presidente, sino también a los miembros del Congreso, también podrían determinar si México se prepara para volver a un sistema de partido dominante similar al que el país experimentó con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), una agrupación que alguna vez fue hegemónica y gobernó durante 71 años ininterrumpidos hasta el año 2000.
Esa victoria puso en manos de Morena a 23 de un total de 32 entidades federativas de la república, un aumento de las siete que controlaba el partido gobernante al inicio del sexenio en 2018.
La duda es “si Morena se reconfigura en un partido hegemónico como fue el viejo PRI”, dijo Ana Laura Magaloni, una profesora de derecho que asesoró la campaña de Sheinbaum a la jefatura de gobierno. “Y eso depende, para mí, de cuánta batalla pueda dar la oposición”.
Simon Romero es corresponsal en Ciudad de México, desde donde cubre México, Centroamérica y el Caribe. Se ha desempeñado como jefe del buró del Times en Brasil, jefe del buró andino y corresponsal internacional de energía. Más sobre Simon Romero
Emiliano Rodríguez Mega es reportero-investigador del Times radicado en Ciudad de México. Cubre México, Centroamérica y el Caribe. Más sobre Emiliano Rodríguez Mega
Fuente:https://www.nytimes.com/es/2023/09/06/espanol/mexico-claudia-sheinbaum-xochitl-galvez.html